viernes, 14 de diciembre de 2007

EL GATO DE LA TÍA


...más sabe el viejo...

Con la piel del rostro curtida por los años y con una mirada cansada de cargar tantas cosas vistas en una vida, la anciana ve jugar a su pequeño nieto en el patio de su casa. Hay ternura en su mirada, hay esperanza. Pero también hay tristeza de saber los dolores que el pequeño tendrá que vivir con las decisiones de su vida. El niño juega despreocupado con un cachorro que brincotea a sus pies. -Cuando era niña, mi tía tenía un gato- dice la anciana, pero se lo dice al viento, como sin dirigir el comentario hacia nadie a su alrededor, quizá dirigiéndolo a alguien en su interior. -Y era el gato mas precioso que he visto en mi vida, elegante, gracioso, altivo, orgulloso con su pelambre esponjado...el gato mas precioso que he visto en mi vida. Todos me decían que no jugara con él, porque también era arisco como ninguno. Pero a mi me gustaba mucho acariciarlo y que me ronroneara, jugar con él y que se me restregara en las piernas. Y sí era arisco, porque cada que se cansaba de jugar conmigo, así nada más, sin ningún aviso, me rasguñaba y me mordía la mano. Pero a mi me gustaba mucho jugar con él.- La vieja mujer hace una pausa para sonreír por los jugueteos de su nieto. -Era un gato precioso, pero un día, cuando quería jugar con él, me acordé de que siempre que jugaba con él, terminaba con la mano toda arañada...y desde esa vez, ya nunca volví a jugar con el gato de mi tía.- La anciana vacía su mirada en los despreocupados juegos del pequeño...

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