viernes, 8 de mayo de 2009

LA DUALIDAD DESDE ADENTRO



Es poco conocido el hecho de que el embarazo es en realidad la representación molecular de la naturaleza humana, y más aún, de su vida en pareja. A nivel celular, el cromosoma Y, masculino, es constantemente perseguido por el cromosoma X, femenino, en un intento por exterminarlo, con el deseo de acabar con los genes que sabe colonizarán su intimidad, lo que ha desembocado en el pequeño tamaño del primero, que disminuye sus funciones al mínimo posible, quitándose de todo lo que no sea un gen esencial, para escapar del X.

Por su cuenta, la penetración no se queda en la cama. Existe un conjunto enzimático que degrada la capa más externa de un óvulo que se opone a la frenética lucha de los espermatozoides por entrar, e, inevitablemente, uno de ellos lo logrará. Y entonces los programas genéticos del violado y del violador lucharán por la hegemonía bioquímica del nuevo ser.

El espermatozoide determina el sexo, pero el óvulo decide en qué se ocupa la energía de la nueva unión. Por su forzada complicidad, el óvulo fecundado está destinado a ser rechazado y en su momento, expulsado por el endometrio o aniquilado por el sistema inmune. Tiene poco tiempo para mandar una señal de que aún una parte de la fusión carga con su representación.

Para la protección del nuevo ser, heredero pasivo del legado genético de una lucha perpetua entre dos entidades antagónicas y cómplices de un mismo fin, los genes paternos desarrollan una barrera apenas permeable, la placenta, que será su escudo en tal invasión a un espacio que no le pertenece, en el que es un extraño y como tal debe ser eliminado. Invadirá y obtendrá recursos del sitio donde se desarrolla a expensas de su hospedero, quien padecerá las consecuencias de tal invasión. Tal vez por esto detesta el X al Y.

La dualidad es inherente a la naturaleza humana porque estamos formados de materia. Y la materia, desde su base mínima y esencial que es el átomo, es dual. Esta partícula es, por definición, un montón de cargas positivas (protones) coexistiendo con el mismo número de partículas sin carga (neutrones) y rodeados por una nube de cargas negativas (electrones). Hasta aquí, todo bien. La gran cuestión surge desde el instante en que pensamos en el concepto universal sobre la polaridad de una relación de cualquier naturaleza: polos iguales se repelen, polos opuestos se atraen. Entonces, la gran pregunta: ¿Por qué no se juntan los electrones con los protones? Porque si se juntan, se detienen, se colapsan. Es por eso que una fuerza muy superior, la nuclear, mantiene juntos a quienes deberían repelerse, y separados a quienes desearían juntarse. Nada es casualidad, nada. Resultará prudente reflexionar al respecto la siguiente vez que veamos o cometamos un embarazo.